LLAMADOS A SER
HOMBRES Y MUJERES COMPROMETIDOS
“EN LA OBRA
DEL SEÑOR”
Objetivo: Iluminar a los creyentes para que valoren la importancia
del compromiso cristiano y dediquen tiempo y energías a buscar su lugar en el
Cuerpo de Cristo para ser colaborados de Cristo.
DESARROLLO DEL TEMA:
Del Encuentro con Jesucristo al compromiso cristiano. “Salió de
nuevo por la orilla del mar. Toda la
gente acudía a él, y él les enseñaba. Al pasar, vio a Leví, hijo de Alfeo, sentado
en el despacho de impuestos, y le dijo: «Sígueme.» Él se levantó y le siguió.
(Mc 2, 13- 14) Dios llama a los suyos para estar con él y para enviarlos a
predicar su Evangelio de amor a todos los hombres.
“Cum pro missio:” “Enviados con
otros, en favor de otros” Todo compromiso implica cierto grado de madurez,
de experiencia, de vida. Podemos afirmar que el compromiso cristiano hunde sus
raíces en la experiencia de encuentro con Jesús, resucitado, experiencia que se
encarna, que deja huella, y que es como el motor de la vida cristiana. Creemos por
eso que el compromiso nace de una doble certeza: La certeza de que Dios me ama
y que yo también lo amo a Él. El término
compromiso significa: “Enviados con otros, en favor de otros” Para ayudar a
otros a ser persona y más persona; para ayudar hacerse humano y cristiano.
Comprometerse para ayudar a otros a vivir con más dignidad El compromiso es con el Señor, que elige,
llama y envía. Pero también con la Iglesia que busca, llama y envía en el
nombre del Señor Jesús.
El compromiso conlleva una promesa: “Yo estaré con ustedes hasta el fin
de los siglos.” El compromiso cristiano es fruto de una libertad afectiva
que va encarnando una doble certeza: La certeza de ser amado por Dios. Saber
que mi Padre me ama, me perdona, me salva y me ha dado el don de su Espíritu. Y
la certeza de que también yo lo amo, hago su voluntad y guardo sus Mandamientos.
Cuando así es entonces puedo tomar la firme determinación de seguir a Cristo,
de servirle y dar mi vida por Él y por los Él que ama. Ahora me comprometo con otros y a favor de otros, y acepto todo lo que eso implica. Decimos con
el profeta Isaías: “Heme aquí, envíame a mí
Señor”. (Is 6, 9)
La clave del compromiso. Es el pertenecer a
Cristo. Pertenece a Cristo quien lo ama. “Además, los que son de Cristo
Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias.” (G´l 5, 24) La
clave es “Ser de Cristo”. Todo el que es
de Cristo es una nueva creación (1 Cor 5, 17) Por lo tanto, ama a Cristo y
acepta el evangelio como “norma de vida para su vida”: “vivir según el
Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo.[1] Esto implica tres cosas: “En guerra santa
contra mi pecado. Ejercitarse en Obediencia santa a la palabra de Dios. En la
práctica de toda clase de obras buenas. (cf Ef 4, 13) El compromiso evangélico
ha de estar libre de egoísmos, envidias, deseos de venganzas, odios, etc. sin
violencia y libre de toda opresión. Cuando somos de Cristo encarnamos la
disponibilidad para, en su nombre desprendernos de personas, de cosas o de
otros apegos que no nos dejan realizar nuestras vidas a la luz del Plan de Dios.
(cf Ef 1, 3- 8)
El sentido del compromiso es la pertenencia
a Cristo. Es el reconocer que soy propiedad exclusiva de Cristo, miembro de
su cuerpo me hace pensar que también soy propiedad de la Iglesia, y por lo tanto, también de mi comunidad
parroquial. La regla de oro de la vida cristiana es “Ser de Cristo”. (cf Gál 5,
24) Ser su propiedad particular: es
vivir para Él, que me amo y se entregó a la muerte por mi[2],
es vivir en su voluntad teniendo el Evangelio
como norma de la vida, recordando siempre el evangelio de María: “hacer lo que
el nos diga”[3],
solamente entonces podemos decir que todo lo de Cristo es nuestro, y nosotros
somos de él.[4] Para ser libres nos liberó Cristo (Gál , 1.
13). Somos libres en la medida que nuestra vida se fundamenta en la Verdad y en
el Amor para que seamos capaces de amar sin que nos cuesten tantos esfuerzos
La ley del compromiso es el Amor. El amar a los hermanos al estilo
de Jesús[5].
La Ley del compromiso me sumerge en la vida nueva, rompiendo siempre con
esclavitudes: saliendo del pecado y viviendo para Cristo en el Espíritu Santo.
Guardar el Mandamiento Nuevo exige estar muriendo a uno mismo y viviendo para
los demás en Cristo Jesús. El que ama a Cristo guarda sus Mandamientos y sus
palabras (cf Jn 14, 21. 23) y ama a su prójimo, de manera que ya cumple la Ley
y los profetas,
El camino del compromiso es el servicio. El estilo de vida, estilo único que implica: “Un ser para
los demás.” Un regalo para la humanidad. Esto exige, entre otras cosas: No
vivir solo para sí mismo, eso es egocentrismo, es individualismo, es inmadurez
humana. Lo que exige: “Un culto más auténtico” “Una devoción más fervorosa” “Un sacrificio más global” “Una
vinculación más estrecha” “Una vida más entregada” como lo pide el
Señor Jesús: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis
‘el Maestro’ y ‘el Señor’, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y
el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies
unos a otros. Os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis lo que acabo
de hacer con vosotros. (Jn 13, 13- 15)
Que cada cual ponga al servicio de los demás los dones que haya
recibido, como buenos administradores de las diversas gracias de Dios.
Dios nos llama, y sí Dios nos
llama ¿Cómo debe de ser nuestra respuesta? Tiene que ser inmediata. Dios nos
llama a ser sus colaboradores en la reconstrucción del universo y de la
Iglesia, el camino exige doblegar nuestra voluntades, para tomarnos de la mano
de Jesús y de los hombres, si nos soltamos de la mano del hombre, nos damos
cuenta que nos estamos soltando de la mano de Jesús y no tendremos fuerzas para
caminar juntos de nuevo en nuestro recorrido hasta la presencia de Dios. El
camino también implica que vayamos desapareciendo (Jn 3, 30), vaciándonos de
nosotros mismos, aprendiendo a ser invisibles para no realizar actos religiosos
con el fin que nos vea la gente, de quedar bien, o de que nos vaya bien (Mt 6,
1ss), recordando siempre que somos colaboradores de Cristo y que a él, le
estamos sirviendo (1Ccor 4, 1; 3,9) “Que cada cual ponga al servicio de los
demás los dones que haya recibido, como buenos administradores de las diversas
gracias de Dios.” (1 Pe 4, 10)
Finalidad del compromiso es la gloria, la honra a Dios y el amor y el
servicio a los hombres. “Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo
de vanagloria; se trata más bien de un deber que me incumbe. ¡Ay de mí si no
predico el Evangelio!” Efectivamente, a
pesar de sentirme libre respecto de todos, me he hecho esclavo de todos para
ganar a los más que pueda.” (1 Cor 9, 16. 23) El objetivo no es otro, que la
construcción de la Comunidad Cristiana. Comunidad fraterna, solidaria y servicial, en la cual se
recibe la vida trinitaria; se vive y se comparte con los hermanos la salvación
de Dios manifestada en Cristo Jesús (cf Rm 3, 21). Este objetivo, implica una
doble mirada, a Dios y a la comunidad, queremos que el pueblo florezca. Con el
impulso del Espíritu, entre otras cosas: Buscamos fortalecer los vínculos de la
comunidad, Ayudamos a recordar que nadie puede resistir solos contra el mal, Anunciamos
que ya estamos reconciliados con Dios en la Cruz de Jesús. Abrimos campos de
acción para que nadie esté inactivo. Tratamos de alentar a tener un corazón
nuevo a los que nos rodean,
El fundamento de la comunidad cristiana. “Pues nadie puede poner otros
cimientos que los ya puestos: Jesucristo.” (1 Cor 3, 11) La comunidad
cristiana ha de tener como fundamento a Cristo, o no es cristiana, es decir, no
es comunidad fraterna. En esta comunidad se ha de cultivar la Civilización del
Amor. La construcción de esta Comunidad
implica cultivar, entre otras cosas: un sentido de igualdad fundamental, vivir
en la verdad, practicar la justicia y la libertad interior. Las bases de la
comunidad cristiana son cuatro: El amor, que hecha fuera el odio. La verdad que
hecha fuera la mentira. La vida que hecha fuera a la muerte. La libertad, que
hecha fuera la esclavitud.
Las bases de la Comunidad
Cristiana son los valores del Reino que el Papa Juan XX111 recomienda a la
Iglesia y a la humanidad para lograr tener unas relaciones armoniosas y
pacificas entre los hombres. Pero que, a la misma vez responden a la acción del
Espíritu en los cristianos para respondan a la vocación original de
configurarse con Cristo (Fil. 2, 5) y reproducir su Imagen (Rom. 6, 29). Las
bases son el fundamento del edificio espiritual, realidad que es posible con el
Poder de Dios y con nuestras decisiones personales; es un camino de conversión
que permite expulsar los demonios de nuestro interior y de nuestra comunidad, de
acuerdo a las palabras del Evangelista Lucas (cnf. Lc 16, 16).
Los frutos de la Comunidad Cristiana. “Se mantenían constantes en la
enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las
oraciones.” (cf Hech 2, 42- 47)
Los frutos nacen del Apostolado,
es decir, de la Evangelización son innumerables, de acuerdo a las necesidades
de la Comunidad, sin embargo podemos resaltar algunos frutos que resultan de
las tres vertientes de la acción pastoral: Pastoral profética (cf Mt (28, 19-
20) La Pastoral litúrgica: Celebrar la fe (cf 1 Cor 11, 25) La Pastoral de la
caridad (Jn 13, 13. 34) Una Pastoral al estilo del Buen Pastor (Lc 15, 1ss) Lo
que implica: La alegría del Anuncio (1 9, 16) Para salir fuera a llevar la
Buena Nueva. (Mc 16, 15) Para sanar de miedos, traumas, heridas de la vida (Mt
10, 8s) Para llevar a los hombres a la reconciliación e integración de
comunidades. (Ef 4,1ss) Los frutos de la fe son los valores del Reino: El
compartir, la dignidad, la solidaridad y los servicios El fruto de la Pastoral de la Comunidad el
hombre nuevo y las comunidades nuevas. El fruto puede ser de dos dimensiones;
en la parte espiritual y en la parte material.
En la parte espiritual tenemos
las virtudes, los valores del Reino, los frutos y los dones del Espíritu Santo
(Is 11, 2). Esto es a lo que Pablo llama la riqueza de la Palabra (Col. 3, 16);
en otras palabras, la parte espiritual es la “Santidad” sin la cual nadie verá
al Señor. La parte material implica los lugares apropiados para realizar “los
apostolados”, los medios de evangelización: libros, Biblia, la radio, la televisión, el periódico, etc. Y esto cuesta, razón por
la que todo católico debe ser co-responsable del Apostolado de la Iglesia.
“Jesucristo, siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su
pobreza” “Así
pues, queridos míos, de la misma manera que habéis obedecido siempre —no sólo
cuando estaba presente, sino mucho más ahora que estoy ausente—, trabajad con
sumo cuidado por vuestra salvación, pues es Dios quien, por su benevolencia,
realiza en vosotros el querer y el obrar.” (Flp 2, 12- 13)
No hagamos de la salvación
nuestro negocio, pues la salvación es un don gratuito e inmerecido, pero no
barato. Don de Dios pagado a precio de Sangre. Cristo Jesús murió para el
perdón de nuestros pecados y resucitó para darnos vida eterna. (Rm 4, 25) Los
que predican y enseñan sobre la “teología de la prosperidad” no han entendido
el Evangelio de Jesucristo. “Que siendo rico se hizo pobre para enriquecernos
con su pobreza” (2 Cor 8, 9) Hacer del Evangelio nuestra fuente de negocios o
riquezas, no es grato a Dios, es una abominación, es “vomito” según lo dice la
Escritura (Apoc 3, 15) “Efectivamente, los que viven según la carne desean lo
que es propio de la carne; mas los que viven según el espíritu buscan lo
espiritual. Ahora bien, las tendencias de la carne desembocan en la muerte, mas
las del espíritu conducen a la vida y la paz, ya que las tendencias de la carne
llevan al odio de Dios: no se someten a la ley de Dios, ni siquiera pueden.”
Así que los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. Mas
vosotros no vivís según la carne, sino según el espíritu, ya que el Espíritu de
Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no le pertenece”
(Rm 8, 5- 9) Recordemos a Cristo Jesús, el siervo de los pobres que nos invita
a ser como él: pobre, humilde y manso de corazón (Flp 2, 5- 8; Mt 11, 29) Pablo, el siervo de Jesucristo nos invita a
enriquecer a otros con nuestra pobreza. “A nadie damos ocasión alguna de
tropiezo, para que nadie se mofe del ministerio; antes bien, nos manifestamos en todo como
ministros de Dios, soportando con frecuencia tribulaciones, necesidades y
angustias; azotes, cárceles y algaradas;
fatigas, desvelos y ayunos. Y lo hacemos
con nobleza, ciencia, paciencia y bondad, con la ayuda del Espíritu Santo y
apoyándonos en una caridad sincera; ofreciendo un mensaje veraz y contando con
el poder de Dios; usando las armas de la justicia a diestra y siniestra.” Nuestra
vida discurre entre el honor y el agravio, entre la calumnia y la buena fama.
Nos tienen por impostores, aunque somos veraces; por desconocidos, aunque nos
conocen bien; por moribundos, aunque estamos vivos; por castigados, aunque no
condenados a muerte; por gente triste, aunque estamos siempre alegres; por pobres, aunque enriquecemos a muchos.
En fin, creen que no tenemos nada, aunque todo lo poseemos. (2 Cor 6, 3- 10)
Pidamos
al Señor que por su Hijo nos conceda Espíritu Santo para que nos enseñe y nos
fortalezca a vivir la Misión que nos participa en favor de toda la familia
humana.
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